jueves, 1 de noviembre de 2012

"Aprendí a escuchar mi cuerpo".




 


Me permito rescatar esta entrevista de Elena Lorente a ASUNCIÓN SUBIRATS. (Maestra y afectada de Miastenia Gravis) publicada en De Tots els colors. Hay un pasaje, en el que Asunción habla de sus sensaciones cuando tuvo que dejar la escuela, con el que me siento muy identificado.
 
¿Hay un antes y un  después en tu vida Asunción?
Por supuesto. Antes de la enfermedad mi vitalidad sólo se veía limitada por el reloj. No es que nunca sintiera cansancio pero podía desarrollar sin mayor problema mi vida atendiendo a mi familia, a mi trabajo y a mi casa.
 En el año 1998 empecé a notar los síntomas de la miastenia, pero no podía imaginar que era lo que me pasaba. Me diagnosticaron en 1999.
 Durante la primera fase de la enfermedad- unos dos años- mis objetivos cambiaron radicalmente. En las peores épocas me sentía satisfecha si lograba atender mi cuidado personal: ducharme y vestirme sola y tomarme la medicación sin atragantarme. Más adelante, me acostumbré a preparar cada uno de mis movimientos de antemano. Pensaba lo que quería hacer y procuraba no realizar ningún movimiento de más. Por ejemplo, si me tenía que agachar para ponerme un calcetín aprovechaba este mismo movimiento para ponerme el zapato. Parece una tontería pero con unas fuerzas tan limitadas no era cuestión de desperdiciar ni una pizca de energía. Esto se ha convertido en un hábito y la verdad es que así me cunde mucho el tiempo en que estoy en activo. Aprovecho el tiempo de reposo para pensar en cómo haré lo que tengo que hacer, con el mínimo esfuerzo.
 Ahora ya ni me acuerdo de lo que es sentirme totalmente bien, así que voy siguiendo mi línea de vida pero procuro no enfadarme si no llego hasta donde me había propuesto. (No siempre lo consigo).
 ¿Qué es la Miastenia gravis?
La miastenia gravis es una enfermedad autoinmune. El propio cuerpo produce unos anticuerpos “antiacetilcolina” que bloquean la función de los neurotransmisores. Afecta a la musculatura, pero no, a la de los órganos vitales. Se manifiesta como una gran debilidad muscular que dificulta pudiendo llegar a imposibilitar actos como hablar, deglutir, fijar la vista, respirar (afecta a la musculatura intercostal y al diafragma), utilizar bien las piernas, brazos y manos, erguir la cabeza, etc.
 ¿Existen tratamientos efectivos para esta enfermedad?
En mi caso el tratamiento ha sido a base de fármacos: Mestinón, Imurel y corticoides.
De vez en cuando, he hecho tratamientos de inmunoglobulinas.
También necesito reposo.
Al cabo de los años, he sentido efectos secundarios como el “síndrome de la cara de luna llena” (una hinchazón anormal especialmente de la cara) provocado por los corticoides, diabetes, rampas en las piernas, dolores articulares, gastritis, etc.
 Para aliviar los efectos secundarios también tomo la medicación oportuna. Procuro hacer ejercicio suave y he asistido a sesiones de rehabilitación para las articulaciones.
 ¿Es una enfermedad conocida, reconocida?
No es una enfermedad demasiado conocida. Las personas que no son del ámbito de la medicina no han oído hablar de miastenia gravis a menos que tengan un conocido que esté afectado.
La mayoría de profesionales de la medicina con los que he tratado durante estos años (un montón), sí que conocían la enfermedad, sus síntomas y tratamiento. Aún así, siempre he preguntado si los fármacos que me prescribían eran compatibles con la miastenia gravis, por si acaso…
 ¿Cómo era tu vida antes de enfermar?
Cuando me levantaba (a partir de las cinco de la mañana, podía ser a cualquier hora) enchufaba la cafetera, la plancha y el ordenador. Antes de salir hacia la escuela, sobre las ocho y media, dejaba la casa arreglada, la comida preparada y el trabajo de la escuela revisado. Tenía tiempo para cuidar el jardín, para leer, hacer labores y atender a mis hijas por las tardes. Eso sí, durante el fin de semana hacía una siesta extra casi siempre.
 Empecé a ejercer de maestra en el año 1979 y cada vez me gustaba más mi trabajo. El trato con los niños te absorbe por completo y me resultaba muy gratificante.
 ¿Cómo es en la actualidad?
Ahora divido mi tiempo de cada día en actividad y descanso.
También madrugo mucho pero ahora me preparo un té bien calentito y me instalo en el sofá (mi segundo hogar). Enciendo la tele, veo las noticias y/o algún otro programa (bricolaje, cocina, música, documentales o series) y sigo descansando. Depende de cómo me siento, hago punto de media.
Si estoy animada, paso así media hora o una hora, sino, unas dos horas.
 Sobre las ocho, recojo un poco la casa, organizo la comida y la ropa, me ducho y me visto. Almuerzo y tomo la medicación.
Durante la mañana, dependiendo del día, hago alguna cosa como salir a hacer recados, ocuparme de la casa, costura, ordenador, estar en el patio,…  Siempre alternando la actividad con el descanso.
Antes me programaba al minuto. Al tiempo, no paraba de programarme y desprogramarme . Ahora tengo unos objetivos muy generales pero no me pongo límite de tiempo. Nunca sé si tendré un día bueno o no, es más, no puedo prever ni como me encontraré al cabo de una hora o menos. Esto es una parte muy fastidiosa de la miastenia, no solo te influye el cansancio, también el tiempo meteorológico, el calor y el estrés.
 Como prontito, a la una y otra vez al sofá!
 Duermo un rato y sigo descansando: cosiendo, haciendo punto, etc. hasta las seis aproximadamente. A esa hora me tomo la pastilla de Mestinón y salgo a pasear un ratito con el perro. Cuando vuelvo, suelo sentirme activa hasta las ocho, más o menos. Descanso un poquito más, ceno y vuelvo al sofá.
 Aunque parezca imposible, me duermo enseguida y aunque a las doce intentan despertarme para que me tome la última pastilla y me vaya a la cama, la mayoría de las noches me cuesta horrores, el cuerpo no me responde y me quedo en el sofá hasta las tantas.
 Desde luego que estoy muchísimo mejor que al comienzo de mi enfermedad.
Puedo valerme perfectamente dentro de mis limitaciones. Puedo decir que los tratamientos que he seguido han sido efectivos. Lástima de los efectos secundarios.
 ¿Cuentas con algún tipo de apoyo emocional?
 Sí, tengo mucho apoyo en mi marido y mis hijas. También tengo el apoyo de mis amigos, que siempre están ahí.
De todas maneras, cuando realmente fui consciente de que no podía seguir yendo a la escuela, para mí fue la parte peor, emocionalmente.
Después de la primera fase de mi enfermedad, luché mucho para recuperar algo de movilidad, haciendo gimnasia en la piscina, y procurando no perder reflejos. Me esforcé mucho en volver a tener una vida “normal” (en apariencia). Luché con la administración para volver a mi vida laboral (cuando oía la palabra “jubilación”, daba un respingo) en tareas de gestión. Empecé a organizar la biblioteca del centro. Al tiempo, pude volver a ser tutora , sin dejar la biblioteca.
 Pero el precio fueron los efectos secundarios de la medicación. Mi neurólogo me empezó a bajar la medicación y enseguida me di cuenta de que no podía seguir el ritmo: volvía a tener problemas para articular las palabras y sentía un cansancio muy grande del que tardaba mucho en recuperarme.
Entonces me hundí. Ya no tenía energías. Los médicos me recomendaron psicoterapia. Me fue muy bien. Pude tomar distancias y aceptar mi enfermedad-aunque creo que nunca se acepta del todo-.
 ¿Qué personas han sido determinantes para ti?
Todas las que me rodean. Siempre hay alguien y de vez en cuando, aparece alguien que no te esperas. Por ejemplo, en pleno proceso de jubilación definitiva volví a contactar con algunos de mis ex – alumnos, personas de las que no sabía nada desde hacía más de veinte años. Me dio muchísima alegría y me di cuenta de que para algo había servido.
 
¿Qué has aprendido a partir de la enfermedad?
Deseo haber aprendido a tener paciencia conmigo misma y a saber posponer las cosas, a escuchar mi cuerpo.
Mis objetivos nunca son a largo plazo ni mis proyectos muy grandes, pero procuro buscar objetivos y proyectos pequeñitos y llevarlos adelante.
 ¿Qué temas te preocupan?
Respecto a mi misma pocos. No me gustaría ser una carga para nadie.
Respecto a las personas que me rodean, especialmente mis hijas, me preocupa su futuro pero no como resultado de mi enfermedad, a todas las madres nos pasa lo mismo.
 ¿Qué te apasiona?
Muchísimas cosas. Soy capaz de entusiasmarme con las cosas más simples y, desde luego, disfruto con la  cocina, la lectura, la música, la costura: reportajes de viajes, los paseos, las plantas, las sensaciones de la naturaleza. Me considero afortunada.
 ¿Qué aspectos del Sistema Sanitario urge cambiar según tu experiencia?
He tenido la suerte de topar con unas instituciones y un personal sanitario, tanto médicos, como enfermeras, como auxiliares estupendos.
 Mi experiencia ha sido buena, de todas las maneras, hay un tema que no sé si tiene arreglo: se trata de las esperas. Cuando te encuentras medio bien y vas al médico te puedes llevar un libro y esperar tranquilamente pero, cuando te encuentras mal, la espera se convierte en una agonía y cuando te llaman, ya no sabes ni quién eres.
 ¿Te gustaría transmitir algún mensaje a la sociedad?
Que cada persona disfrute de lo más esencial de su vida, que intente “separar el grano de la paja” y dar valor a lo que realmente lo tiene sin perder tiempo en estar molesto o enfadado por tonterías.
En la vida hay dos tipos de problemas: los que tienen solución y los que no. Luchar por los primeros y sobrellevar los segundos.
Vivir cada momento como si fuera una oportunidad única y aprovecharlo.

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