EL ROTO siempre es capaz de ahondar en esos recovecos por
los que nos movemos sin apenas reparar en ellos. ¿Nos damos cuenta de que la
salud puede ser calibrada en términos económicos cuando empezamos a toser o nos
duele la muela del juicio?
Probablemente no. Nuestro subconsciente nos dice que nuestra
salud está por encima de todos esos escarceos dinerarios pero ¿es así
realmente?
Investigar sobre el cáncer, el sida o cualquier dolencia cuya
solución suponga miles de millones de beneficio farmacéutico al existir
millones de afectados, puede ser un acicate para las empresas de las que
dependemos. Pero ¿y si nos toca en suerte una enfermedad de las raras, de las
poco frecuentes?
Entonces nos veremos en la triste situación del protagonista
de la viñeta que hoy publica EL PAÍS. La solución a nuestro problema será
lento, farragoso, difícil y se alargará en el tiempo hasta que el calendario
nos otorgue la última puntilla.
Hay enfermedades no rentables, aceptémoslo. Y como miembro
de ese “selecto” grupo de afectados tengo que levantar la voz para pedir más
investigación, más centros de referencia, más apoyo, más comprensión… Es tiempo de Navidad. Quizá esta sea mi carta
a los Reyes Magos de este año. (Aunque también lo fue el año anterior y poco
obtuve)