Mientras la sombra de
las páginas de DIARIO JAÉN sobrevolaba nuestro Congreso Nacional de Miastenia y
nos servía de foro de expresión de esas pequeñas cosas que conforman el día a
día de un miasténico, entre la alegría del reencuentro y la inquietud por conocer
las novedades en tratamientos y aires de futuro, alguien parecía observar
nuestras idas y venidas con la mirada anhelante y el gesto abierto.
Un camarada de “penas
miasténicas” pero con un corazón libre de ataduras, de enfermedad y de
lágrimas, José Manuel Jiménez, paseaba su imponente presencia por esos
instantes compartidos, ofreciendo su tímida sonrisa, su mano amiga, sus ganas
de comunicar experiencias.José Manuel arrastra diagnósticos lentos e inexactos, tratamientos laberínticos que no siempre han dado resultado, guías que no llevan a ningún lugar, pero su desesperación se ha ido transmutando en una plácida y condescendiente serenidad. Donde probablemente otros gritarían su angustia, él reconduce su dolor en verso, su tortura en poema, su congoja en rima libre como su propio espíritu.
“Cada uno recoge lo que
siembra” ha titulado su canto a la esperanza. Y con esas páginas repletas de
desconsuelo vencido con amor del grande nos deja entrar en sus entrañas de aspirante
a salir de esa espiral miasténica que le
atenaza cada despertar.
Las páginas de su libro
destilan algo más que el rutinario ritmo de la poesía nacida de lo más hondo.
No podemos verlas como colección de poemas ni quedarnos en discutir calidades
literarias. No. José Manuel vacía su alma en el papel y nos hace partícipes del
pálpito de su corazón cansado. Agujerea sin pudor las meninges de su cerebro,
de su cuerpo, y deja que brote el optimismo con aires de animoso porvenir.
Sí .Es cierto ese
título con que empieza el libro. Si cada
uno recoge lo que siembra, José Manuel está recogiendo no solo el amor de su
Susana del alma, sino también el nuestro, el de la comunidad miasténica que lo
acoge con mimo y quiere empujarle siempre hacia adelante. Cuando la mirada
transmite guiños al destino, como la suya, el futuro no tiene por menos que
mostrarse benévolo con quien ha hecho de la bonhomía su lema de identidad.
Gracias por todo, José Manuel. Estamos contigo. La Miastenia no podrá con
nosotros. La lucha continua. Adelante.
Las páginas de tu libro,
José Manuel, se hacen hoy una sola con las de este periódico que siempre ha
destacado por su sensibilidad con nuestros padecimientos, esperanzas y deseos
de victoria contra la Miastenia. Y, juntas, lanzan al mundo ese afán que
apuntas en uno de tus poemas: Llegará el día en que el alba sea dulce, como un
pequeño sorbo de café.
Sé que lo vamos a
conseguir.
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