Dar la cara,
aunque te la partan… ¿No decía algo similar una de esas sentencias-refrán a las
que tan aficionados somos en esta tierra?
Pues allá vamos.
Demos la cara, pongamos la otra mejilla, entreguemos nuestra propia alma reflejada
en esa cara que nos muestra ante todos. Démosla, entre otros muchos motivos,
por los libros. Por esas aventuras que nos acechan página a página, por los vuelos
de cometa que acometerá nuestra mente, por el cosquilleo de la duda, la emoción
o la inquietud que podemos vivir sin apenas salir de nuestro secreto escondite
hogareño.
Demos la
cara y el espíritu, la memoria y el deseo, la mirada y la mano extendida por
esos compañeros que nada nos piden, agazapados tras su efímera encuadernación, y
que tanto nos ofrecen.
Yo os la
ofrezco. Y para ello escondo en el baúl el ojo triste de la ptosis forzando el
músculo al que el nervio traidor no avisa siempre de que permanezca atento; me
olvido del efecto globo del corticoide asesino; de la sonrisa
sardónico-miasténica que impulsa hacia abajo las comisuras de unos labios
huidizos; subo y bajo el brazo cansado en busca del libro de la estantería y
sonrío a pesar de la confabulación de los transmisores, los anticuerpos de la acetilcolina
o el peso de miríadas de líquidos retenidos.
Hoy, por un
instante, he dejado encerrada a mi amiga Miastenia en la despensa y me he
lanzado a por un libro, a por muchos, a abrir sus páginas, a olerlas, a
sentirlas bajo los dedos, a creerme protagonista de una historia, de otra, de
otra. En ese segundo en que el objetivo se abre y te atrapa, he sido libre. He
sentido la defensa de los libros que me rodeaban. He podido reír sin trabas,
soñar sin ataduras.
He
comprendido, aunque ya lo sabía, que leer no solo distingue, leer te hace
libre, te hace olvidar aquello que atenúa tus pasos, enciende hogueras que
espantan nevadas, airea y renueva atmósferas, recrea futuros y aviva pasados,
despierta sueños y adormece miradas. Un libro lo merece todo.
Creo que
oigo a mi amiga Miastenia regresar. El espejismo solo fue un golpe de magia. Las
letras parecen bailar en la pantalla. Un peso extraño atenaza mis manos. El ojo
izquierdo quiere echar el cierre. Es ella que vuelve. Miro a los libros que
siguen la escena sin mover una sola página. Sé que vendrán en mi ayuda. Ellos
también darán la cara por mí…
(Con mi emocionado agradecimiento a la campaña DAR LA CARA POR LOS LIBROS, de LEER DISTINGUE, y a PEDRO MOLINO por sus atenciones, apoyo y amistad)
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