jueves, 3 de marzo de 2011

Espejo traidor.



Aquella tarde todo parecía en calma. Miastenia y Mestinón jugueteaban sin alzar la voz, sin hacerse notar, como si, en realidad, no existieran ni me acompañaran en cada uno de mis movimientos.
Llevaba unos días sabiendo que tenía que cortarme el pelo pero le daba vueltas y más vueltas por no salir, por no soliviantar a la "extraña"pareja, por descansar apaciblemente... en fin, por pereza pura y dura.
Pero... ante la calma decido, casi de improviso, desplegar las velas y avanzar con paso firme hacia la peluquería de siempre en pos de ese buen arreglo que mi cabellera lleva tiempo solicitando. Un clima fresco me despeja junto a la parada del autobús. Las gentes pasean. Alguna nube me guiña sonriente a su paso como si se solidarizara con el frágil equilibrio de mi párpado. Nada parece estar fuera de lugar. Miastenia no parece haberse dado cuenta de que la saco a pasear y no ruge ni ladra. Ni siquiera susurra en mi oído palabras dulzonas como ella acostumbra con el malsano fin de doblegarme.

Las calles avanzan con  el olor a neumático atascado en el asfalto. Suenan bocinas y los semáforos saludan cansinos y aburridos cambiando de color y dejándote, en las pausas, disfrutar del tranquilo discurrir de la tarde.
Unos pasos desde la parada y te reflejas al fin en la cristalera de la peluquería. Hay poca afluencia y enseguida notas el cálido fluir del agua caliente sobre tu pelo. Sorprendentemente Miastenia sigue dormida y, sospechas que el lánguido masaje que agradece tu cuero cabelludo hará de somnífero para tu acompañante.
Pasas a tu lugar frente al espejo y te miras de forma distraída. El chasqueo de la tijera arremete contra tu innumerables canas, enhiestas según tu amigo el peluquero, y el peine se las arregla para domeñar lo que iba camino de transformarse en greñas.
Alguien entra y giras la cabeza para saludarle. Un viejo conocido. En ese momento te topas de nuevo con tu imagen en el espejo. Hasta ese instante te mirabas sin ver, con la sensación de obviar lo conocido, pero ahora atisbas algo que te hace fijar la mirada en tu propia figura.
-¡No puede ser!, gritas para tu adentros mientras bajas la cabeza como intentando ocultar la realidad.
Pero si. Es cierto. Allí está tu ojo derecho en trance de caída. El párpado ha comenzado una nueva relación no se sabe si extramatrimonial o de mero flirteo con tu amiga Miastenia y está dispuesto a dejarte en evidencia. Lamentas haber olvidado las gafas de sol y miras hacia otro lado por si acaso todo ha sido un espejismo.

La tijera sigue trabajando y los restos de cabello disfrutan cayendo como en un tobogán sobre la capa que te han colocado al sentarte. No quieres mirar de nuevo al espejo pero sabes que tienes que hacerlo.
La relación se ha consumado y tu mirada luce ahora un descuadre casi picassiano. Dudas pero te  sobrepones. No te parece que el peluquero haya descubirerto el miasténico juego de tu amiga así que le miras casi desafiante aunque él sigue pendiente de dar los últimos retoques a tu corto peinado.

Vuelves al espejo y ya no tienes dudas. Miastenia te ha acompañado y ha decidido hacerse notar. Pagas  y sales a a calle. La tarde empieza a caer, quizá como tu párpado. Comienzas a caminar pero prefieres no mirar tu imagen reflejada en los escaparates. Mestinón te espera...

4 comentarios:

  1. Realmente el espejo siempre es algo traidor. Lo peor es que suele decir la verdad, más que nos pese. Asumir la imagen lo mejor posible es vital, o se nos derrumba el tiempo que nos queda. Nada de apocarse, sea la imagen de enfrente la que sea y por lo que sea su deterioro. Reacciona y se tu quien acompañe a esa extraña consorte que nombras llamada miastenia. Fer.A.

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  2. jejejeje...como siempre, genial Pedro...tu "amiga" también quiere salir a la calle contigo, se aburre siempre metida en casa o detrás de cristales oscuros...hay que acostumbrarse a estar con ella y presentarla en sociedad allá donde vayas...puede que así los lamentos queden en paz y la vida, por ejemplo, vuelva a sonreír.
    Antonio B.C.

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  3. Hola P.
    no hay que sentir vergüenza por enseñar al mundo lo que ocurre, la enfermedad llega sin necesidad de llamarla. ¿En qué hemos intervenido? Cuando la miramos de frente, sin lamentos, los demás la miran igual; y si no lo hacen, peor para ellos. Un abrazo. Pilar

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  4. Hola,Pedro. ¿Por qué esconder a tu invitada perenne?. No importa que te vean con ella. Y si a alguien le importara, no sería digno de llamarse amigo tuyo. Creo que no has de eludir su imagen si alguna vez hace acto de presencia. Yo te dije ya una vez que te vi con las gafas oscuras y te las quitaste, que estabas muy bien sin ellas. ¡Fuera complejos!. Ahora bien, otra cosa son las posibles molestias y flojedad ocular que te asedien, pero te queremos tal como eres y te queremos seguir viendo natural. No te preocupes por espejos ni por lo que los demás vean para mí siempre serás mi genial e incomparable AMIGO PEDRO, te vea con gafas o sin ellas.

    Un abrazo.

    Manolo.

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